En un mundo como éste, en el que algunos ingenuos creen que en occidente reina la libertad y otros incapaces de asumir su responsabilidad creen que la libertad es una entelequia, y que los poderosos hacen y deshacen a su gusto riéndose de nosotros, el Vehemente cree en la Libertad. Siempre. Aunque a veces sólo sea la Libertad de Gritar. Gritar de rabia o gozo, gritar de dolor o de alegría, gritar en contra o a favor, pero siempre con Libertad.

4.12.08

Violencia (verbal) en el Deporte

En los últimos días he leído ya varias cartas al director en diferentes periódicos sobre el tema de la violencia verbal en las gradas de los estadios deportivos. Todas para execrarla. Una vez más (me puede la ingenuidad, a mis años…) no doy crédito a lo que leo, que no es otra cosa que lo que piensa una buena parte de la población, esas hordas de políticamente correctos.

Se critican como comportamientos inaceptables los gritos, insultos, abucheos, cánticos y demás exabruptos contra jugadores y árbitros en los estadios y los pabellones, pretendiendo que están en las antípodas de lo que el deporte representa, de los ideales de deportividad, fair play y todas esas chorradas.

O no tienen ni idea de lo que hablan, o no la quieren tener.

En primer lugar, aplicar esa concepción del deporte un tanto romántica al actual deporte profesional es como pretender que Pescanova en vez de pescar y ultracongelar en modernos buques factoría lo hiciera con barquitos de remos, caña y sedal y con una nevera de hielos.

Vamos a ver, señores, el deporte profesional es un negocio. Se mueven millones de euros, muchos millones de euros y por tanto es también un mundo de hienas hambrientas. Quién vaya al fútbol (o a cualquier otro espectáculo deportivo) esperando ver deporte que se vaya olvidando, lo que va a ver son máquinas de hacer dinero haciendo dinero; eso sí, de vez en cuando alguna de esas máquinas se disfraza de artista y le arranca alguna lagrimilla de emoción a los dioses del Olimpo. Máquinas como Zidane, Maradona cuando no iba demasiado puesto o Perico Delgado. Desde esta perspectiva en la cancha y alrededores todo vale, desde los tocamientos de Michel a Valderrama, hasta las provocaciones de Hugo Sánchez, pasando por los insultos a Henry de Luis para motivar a Reyes. Todo lo que dé dinero.


En segundo lugar se le olvida a esta gente cual es el origen del deporte. El deporte es una metáfora de la guerra en los adultos y una preparación para ella en los niños. Se compite, se lucha para ganar, para humillar y aplastar al contrario, si puede ser. Hace 2.000 años se mataban a espadazos, o a mordiscos si hacía falta, en los circos y en los στάδιον griegos y los stadium romanos, precursores de nuestros estadios y en las palestras y en algún que otro sitio más. Alguien me dirá que el verdadero origen del deporte no está en el circo romano, sino en los Juegos Olímpicos griegos y no me quedará más remedio que recordarle que, aunque así fuese, una jabalina no es otra cosa que una lanza.


En tercer lugar, es que además no se quieren dar cuenta de que intentando eliminar esa agresividad de los estadios están quitando buena parte de la utilidad social del deporte actual. Muchos fulanos se ahorran los golpes y palizas a sus parientas, o a sus hijos, o a sus mascotas, porque se han desahogado en el campo de fútbol o en el bar acordándose de la madre del árbitro, o haciendo hipótesis sobre la identidad sexual de un delantero.

Mucha gente no es feliz. Mucha gente lleva a cuestas una frustración que pesa como una losa. Gracias a Dios pueden descargar toda la mierda que acumulan durante la semana teorizando sobre si el hábitat de los antepasados de un jugador negro estaba en las ramas de los árboles o no, porque si no, a lo peor se liarían a hostias con el primero que se les cruzara por la calle. O algo peor.

Señores, somos imperfectos y necesitamos desahogarnos. Los deportistas son profesionales y en su sueldo va el insulto. Incluso los árbitros cobran por su trabajo (aunque no son profesionales, pero eso es otro problema que no tocaré aquí).


Así, como hemos visto, los tres motivos fundamentales por los que me parece no solo lícito, sino a veces hasta recomendable y conveniente, el insulto y la descalificación, gratuita o no, en las gradas de los campos deportivos son: porque es un negocio profesionalizado y en el sueldo de los deportistas va aguantar carros y carretas, porque el deporte es guerra, lucha, violencia en su naturaleza y porque esos insultos y descalificaciones tienen una clara utilidad social canalizando una violencia y unos bajos instintos de un modo mucho menos pernicioso que si se desbordaran por otro lado.

Por otro lado me hacen gracia aquellos que, intentado convencernos de que la violencia no es innata al deporte, sostienen que éste se va corrompiendo con la edad y con el dinero, pero que durante la infancia es limpio y puro. Cualquiera mínimamente enterado sabe que las agresiones más espeluznantes tienen lugar en equipos juveniles, alevines y categorías de esas de dulces infantes menores de edad. Esas entradas sin balón y a por el hueso, esas amenazas, cumplidas muchas veces, si no se deja ganar el equipo visitante,… Recuerdo con una sonrisa un programa de televisión que había cuando yo era un chaval. Se llamaba Objetivo 92 y organizaba competiciones infantiles y juveniles entre Comunidades Autónomas (creo recordar) de cara a los Juegos Olímpicos de Barcelona’92. Todavía me río cuando recuerdo como los locutores intentaban ocultar la violencia y la agresividad que derrochaban los chavales poniendo como excusa los nervios. Una mierda. Los chavales se agredían porque estaban compitiendo y lo único que les valía era ganar. A cualquier precio.
Así es el deporte. Citius, Altius, Fortius.

El Vehemente

Post Scríptum: Evidentemente no estoy a favor de las agresiones físicas ni a los jugadores (aunque con lo que hacen por el sueldo que ganan a veces las merecerían), ni a los árbitros (que las merecerían demasiado a menudo), ni a otros aficionados (que las merecerían o no según y como), ni a nadie en general.

P.S.2: Curiosamente ya tenía escrita esta entrada, pero hoy ha sido juzgado un subnormal de esos que entienden que sí es lícita la violencia física en los estadios.

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